Ley, libertad y pandemia

Debate viernes 28 de Enero de 2022 19:00. Presentado por Alberto

Estupor general

No sé si las preguntas que se presentan para este debate son las necesarias para ayudarnos a entender esta pandemia o las que deberán plantearse los supervivientes para afrontar crisis posteriores. Las contradicciones, dudas, aporías, incoherencias y desatinos han sido los protagonistas de todo este azote sin fin, pues sino ¿cómo se entiende que a fecha de hoy los países más “occidentales” sean los que están sufriendo contagios superiores a los 100.000 casos diarios, mientras que en Taiwan no superan los 100, en el Congo, Argelia o Senegal los 600, los 1.000 en Sudán o los 3.000 en Etiopía?         

Aunque las medidas consistentes y restrictivas de países como Taiwan, que también es una democracia, sí parecen explicar que sean los líderes en bajos contagios:  

  • Cierre de fronteras al transporte marítimo y aéreo.

  • Restricciones a viajes y entradas de personas.

  • Creación de un centro de gestión de big data nacional para la pandemia, involucrando a los departamentos de inmigracion, salud y empresas públicas y privadas.

  • Transparencia en los datos ante la prensa y la ciudadanía.

  • Un sistema de rastreo y cuarentenas estricto.

  • Uso obligatorio de la mascarilla y distanciamiento social.

  • Cooperación estrecha del ciudadano con las autoridades.

  • Tarjeta Sanitaria que muestra el historial médico, estatus de cuarentena, historial de viajes, información sobre material de protección adquirido.

  • Conocimiento en tiempo real de existencias del material sanitario de protección en farmacias.

  • Efectividad de su mandato constitucional de 2011 para “limitar temporalmente la libertad de movimientos del ciudadano” (en caso de emergencia sanitaria).

Lo que no se entiende es qué han hecho o qué no han hecho en esos países africanos asolados por la pobreza, el hambre e incluso la guerra, donde carecen de medios sanitarios eficientes como para tener unas cifras tan bajas.

Lo que sí sabemos es que los “comités de expertos” de occidente se han dedicado a mantener entretenidos a sus ciudadanos con el uso o no uso de las mascarillas, los confinamientos aleatorios masivos, el criterio de duración de las cuarentenas, la apertura y cierre de los negocios, el pasaporte Covid o la app que nunca appareció; los periodistas reconvertidos en epidemiólogos o virólogos, los negacionistas famosos, la inmunidad de grupo (nunca de rebaño) o la obligatoriedad de las vacunas, para al final llegar a la conclusión de que alivian la letalidad y mortalidad, pero no son efectivas ante nuevas variantes como Omicrón, que se ha convertido en el virus de propagación más rápido de la historia. Un vector con gripe contagia a 2 o 3 personas; otro con Omicron contagia a 10 o 15 y además se podría padecer una Covid persistente.

¿Cómo se queda el ciudadano de a pie cuando la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) dice que la última estrategia del gobierno de gripalizar esta pandemia (que comparte la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria) “es aventurada y una barbaridad”? ¿O lo que dice el portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), que no hay certeza de que esta baja letalidad y mortalidad se vaya a mantener en el tiempo o si van a haber mutaciones más letales en el futuro, ni si podemos ponerle fecha a la transición de pandemia a endemia? Ni siquiera los mismos directivos de la OMS Europa se ponen de acuerdo en este tema. El portavoz del secretario general de la ONU dice que “seguirá el ejemplo” de España para tratar la sexta ola. Es decir lo de 150.000 casos diarios le parece ejemplar. Taiwán, que sólo tienen 100 contagios diarios, que nadie lo mencione, que, encima, no son ni miembros de la OMS. ¡Cómo se atreven!

¿Y ahora qué? ¿Sálvese quien pueda? ¿Las mujeres y los niños primero? ¿Debe seguir el ciudadano, ya harto de la lluvia de datos y opiniones, seguir creyendo los vaticinios de los periodistas, las contradicciones de los altos “funcionarios”, la impotencia predictiva de la ciencia médica o la certidumbre, aliento y tranquilidad virtual que algunos políticos pretenden insuflar en el ambiente? ¿Quién cree en la nueva (ya vieja) normalidad, la recuperación justa o la gran resiliencia? No obstante, ellos (los grandes hombres de estado) manejan bien las estadísticas del segmento de población que compra sus lemas. Ellos saben cuántos y quiénes son los espíritus no críticos, conocen perfectamente su indecisión o su fanatismo y les adulan hablándoles de tú en los meetings y designándoles como ciudadanos y ciudadanas comprometidos y comprometidas, solidarios y solidarias, responsables y responsablas y responsablos. 

El problema es que esta carrera de galgos, donde esos ciudadanos acríticos persiguen y creen indolentemente las declaraciones de sus políticos, no se acabará hasta que los galgos se den cuenta de que el conejillo es ficticio. Y de momento, mientras no tengamos un “Alto Comisionado Blockchain” para la inspección, auditoría e intervención de las mentiras, contradicciones y falsas promesas, el conejito va a seguir siendo de juguete por muchos años. 

 

El caso Djokovic

Si hay un caso que pone de manifiesto el presente estado de distopía legal y sanitaria que estamos viviendo, ese es el del tenista serbio. No ha quedado claro si su estatus depende de una exención aparente legal o la carta equivocada de los organizadores del Open que informan a los tenistas que pueden jugar sin vacunarse; o la carta del ministro de salud, que enfatizó que una infección en los últimos 6 meses no cumple los requerimientos o la alegación de La Fuerza Australiana de Fronteras de que su «infección previa de COVID-19 no se considera una contraindicación médica para la vacunación en Australia».

Y Djokovic, como ha ejercido su derecho iusnaturalista a no vacunarse contra el derecho positivo australiano, ha visto cancelada su visa en base a la ley de Migración 116(1)(e) que «permite la cancelación de una visa donde el titular suponga un riesgo para la salud, seguridad o el buen orden de la comunidad australiana, o hacia cualquier individuo dentro de la comunidad australiana». Sus abogados alegaron que el tenista había recibido la certificación de exención de los organizadores y un documento del Ministerio del Interior que cumplía con los requerimientos. El primer ministro Scott Morrison anunció a la prensa que él había sido aconsejado en noviembre del 2021 que los jugadores que hubieran estado infectados recientemente no se les permitiría la entrada en el país y añadió que el tenista serbio no tenía una exención médica válida que evite los requerimientos de vacunación para la entrada en Australia.

Y así, con esta maraña de declaraciones contradictorias y sucesos inoportunos, interpretables y reinterpretables, han sido muchos los que le han apoyado en su lucha por ejercer su libertad y muchos otros, especialmente en Australia, donde por cierto se celebrarán elecciones generales en mayo de este año, los que no han querido que se hagan excepciones ni exenciones sino que se cumpla la ley. El 83% de los australianos han pedido su deportación. Y desconozco el porcentaje de Serbios que exigirían que Novak jugara el Open, pero mi intuición intelectual me dice que probablemente sea superior.

Y por lo tanto, el vulgo, que es incapaz de superar sus propias contradicciones, que sufre fanáticamente por defender su dignidad y su identidad, que se muestra reticente a mirar los hechos a través de algunos de los criterios de verdad (pues los desconoce), se ha pronunciado moralmente a favor o en contra del tenista. Pero, la justicia, ciega como es ella, se ha pronunciado legalmente y Novak Djokovic ha sido deportado y no podrá jugar el Open de Australia ni pisar ese continente en tres años. Aunque ya el presidente ha dejado la puerta abierta a que a lo mejor el próximo año sí podría jugar. A lo mejor. Pero, hay que reconocer que el jugador serbio se ha mantenido fiel a sus principios y en contra de lo que hemos tenido que hacer miles de millones de personas en el mundo y así no se ha vacunado.

 

La imperfecta libertad

El concepto de perfecta libertad es utilizado veintidós veces por Adam Smith en su Riqueza de las Naciones. El filósofo escocés enmarca esta perfecta libertad en un entorno mercantil «donde todo hombre fuera perfectamente libre tanto para elegir el oficio que considere conveniente como para cambiar tan a menudo como considere conveniente»; siempre y cuando respete el marco legal. Pero este concepto, complejo, amplio e interpretable, puede muy bien ser entendido como imperfecta libertad, dado que es perfecta si satisface a una mayoría que la ratifica, pero imperfecta, en tanto y cuanto nunca satisface a todos. 

¿Es, por tanto, legítimo que sea una mayoría plebiscitaria, parlamentaria o comunal la que sancione una ley? Si no fuera así, ¿sería entonces legítimo que la sancionara la minoría? Las leyes se aprueban por consenso dentro de un marco temporal que concierne al presente en marcha y como dice el mismo filósofo en este libro: «las leyes con frecuencia continúan vigentes mucho después de las circunstancias que las ocasionaron, y que las hacían razonables, pero ahora ya no lo son» (867/4). No se puede, por tanto, juzgar actos del pasado con los ojos del presente ni hechos de un marco jurídico territorial con los ojos de otro marco territorial diferente. Hacer esto puede hacernos sentirnos satisfechos, dignos o solidarios, pero por ello no van a cambiar las leyes del pasado ni las que se dan de forma justa o injusta para nuestra percepción en otros países. La ley es entre otras muchas cosas algo territorial y deber ser desde el marco interno de cada territorio como se gestionen y modifiquen. A no ser, claro, que vengan los romanos con su circo de gladiadores.

La ley es, tautológicamente, la que es y podemos negarla, pero lo que no podremos evitar son las consecuencias de haberla negado. A través de este imperfecto concepto de imperfecta libertad entendemos que, por ejemplo, según el código de circulación, en la autovía se debe circular entre 50 y 120 kilómetros por hora y por la derecha (en la mayoría de los países). Y somos “libres” de ir a 150, o incluso, ejerciendo nuestra total libertad, podríamos permitirnos el lujo de circular a 240, si esa es la potencia máxima del vehículo y hacerlo hasta por la izquierda, pero asumiendo las consecuencias que esto tiene para uno mismo y sobre todo para otros conductores, que se resignan obedientemente como ovejas a seguir las normas de circulación. Por tanto, nuestra imperfecta libertad en la autovía se encuentra dentro del límite de 50 y 120 km/h y desde ese mínimo hasta el máximo permitido legalmente podemos ejercer la libertad de ir a la velocidad que consideremos adecuada.

Djokovic tomó una decisión y utilizó las estratagemas que consideró oportunas para jugar el Open. El gobierno australiano tenía su propia agenda e intereses y utilizó las estratagemas que consideró necesarias para ejecutar su ley y apelar a la aprobación de su conciudadanía en base a unas circunstancias muy especiales y con muchos condicionantes. La decisión de deportarle podrá parecerle justa a un 63,34% de la población mundial e injusta a un 37,66% o al revés. Nuestra percepción o bando que queramos apoyar es indiferente, puesto que no va a cambiar la decisión y serán en última instancia los votantes australianos los que se verán influidos a favor o en contra de esta decisión. Y esa es la única realidad palpable para el ciudadano: su educación, su círculo de influencia y su voto en las urnas con capacidad de cambiar el marco legal realmente existente dentro de una unidad jurídica territorial, y que a unos les parecerá justo y a otros injusto. Los proyectos de ley se convierten en leyes a través del consenso tras un diálogo. Y la interpretación de la norma si alguien considera que se ha llevado a efecto por algún tipo de manipulación o prevaricación, tiene mecanismos legales para denunciar o, en última instancia, montar un partido político que a través del conducto reglamentario correspondiente consiga con una mayoría (siempre la desafortunada mayoría) cambiar lo que han venido considerando “injusto” para ellos, que ahora podría parecer de nuevo “injusto” para los otros. 

 

El año III de pandemia

Y si ahora, tras esta larga odisea con magos, sirenas y cíclopes sabemos que los criterios de coherencia, evidencia o pragmatismo, que se esperan de la ciencia médica, han quedado en entredicho por la incoherencia de los números tan dispares entre países, la evidencia de que las vacunas no evitan el contagio de una futura variante y la falta de pragmatismo de las medidas. Y qué decir del nulo criterio por correspondencia de las promesas y predicciones hechas desde instancias políticas. En este escenario casi distópico, el ciudadano, ¿qué hace, tomarse la justicia por su mano? ¿Quedarse confinado en el salón gritándole al televisor esto es justo o esto es injusto? ¿Acatar la nueva normativa que se irá improvisando día a día? ¿Indignarse? ¿Manifestarse con otra cacerolada? ¿Convertirse en negacionista de segunda generación? ¿Preguntarse si algún político internacional debería dimitir por percibir que ha habido algo que no ha hecho bien? ¿Hasta cuándo pueden soportar las medidas restrictivas en Taiwán para mantener ese nivel bajo de contagio, y si cuando se relajen empiezan a multiplicarse los casos como en occidente, qué harán ellos y nosotros si no se sabe hasta cuándo durará esta pandemia de olas trimestrales recurrentes que no respeta estacionalidad alguna?

Por supuesto, el concepto de “libertad” suena melifluo en el oído y Novak ejerce la suya. Cada uno interpreta el iuspositivismo (lo que es) y el iusnaturalismo (lo que debería ser) como le interesa. Pero, ¿no se convierte el iusnaturalismo en iuspositivismo en el momento en que se pone negro sobre blanco? ¿Qué era antes el huevo o la gallina? ¿Dónde está el límite de nuestra interpretación de la perfecta libertad hasta que esta se convierte en libertad total o en la jungla? Alejandro Magno o Fernando el Católico no tenían problemas a la hora de resolver estos nudos gordianos. Menos mal que al menos a nosotros nos queda el debate…

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

 


Las criptomonedas, ¿el futuro?

Debate viernes 14 de Enero de 2022 19:00. Presentado por Alex

Vivimos en la era de los avances tecnológicos a gran velocidad, con los beneficios que eso aporta, pero también con la gran incertidumbre y desconocimiento que provocan en la gente. Pero es hora de reducir el desconocimiento en uno de esos avances: el de las criptomonedas. Realmente, el avance tecnológico no es la criptomoneda (que es una aplicación en el sector de más interés como es las finanzas), sino el blockchain (traducido como “cadena de bloques), que es una idea que lleva más de 10 años evolucionando a pasos agigantados.

Para entender esta parte técnica, salvo que ya se conozca, es obligatorio visualizar un vídeo de Carlos Santana en su canal dotCSV, donde explica de manera gráfica y clara de qué va:

https://www.youtube.com/watch?v=V9Kr2SujqHw

Evidentemente, parte de la seguridad que transmite este tipo de iniciativas reside en la confianza que depositamos en las matemáticas, concretamente en la criptografía. Si se desea saber algo sobre el tema, se podrá preguntar en el debate, pero son aspectos mucho más formales que vamos a dar por sentado.

Y esto es así, porque la desconfianza la podemos encontrar en aspectos mucho más conocidos como los intereses geopolíticos o la huella de carbono. Pero antes de adentrarnos en ellos, parece necesario dar unas definiciones de diccionario para entender mejor este ecosistema:

·        Altcoin: cualquier moneda alternativa al bitcoin.

·        Stablecoin: monedas estables, pensadas para tener menor fluctuación en su valor.

·        Smart contract (contrato inteligente): tal y como se cuenta en el vídeo, es un programa informático que se ejecuta si se cumplen una serie de condiciones específicas.

·        Smart property (propiedad inteligente): derecho de propiedad controlado usando Smart contracts.

·        DEFI (finanzas descentralizadas): actualmente, las transacciones se realizan a través de plataformas centralizadas (exchange) como Coinbase, Binance… y las DEFI son la tecnología dirigida a descentralizar también la propia gestión de transacciones.

Aplicaciones

Las cadenas de bloques son una tecnología que sigue desarrollándose y sus posibles aplicaciones va creciendo al mismo tiempo. En este aspecto, podemos encontrar utilidades como el creciente uso de los NFT por ahora de maneras bastante llamativas:

https://theconversation.com/que-son-los-nft-el-ultimo-intento-por-poner-puertas-al-campo-de-internet-172663

Otro de los grandes retos ha sido la votación, pero actualmente presenta demasiadas dificultades dado los requerimientos de esto:

Elecciones a través de Blockchain, ¿realidad o ficción? | Minsait

Elecciones 2021: ¿blockchain sirve para evitar fraudes? (iprofesional.com)

Por otro lado, existen intentos sociales como el que tenemos con wikibank (https://sevillaworld.com/wikibank-moneda-social-tecnologia-blockchain/)

e intentos que presentan muchas dudas en su verdadera utilidad como la reciente maricoin (https://www.elperiodico.com/es/economia/20211228/maricoin-primera-criptomoneda-lgtbi-13033777).

Y estas son unas cuantas, pues la tecnología está intentando entrar en la web (https://www.muyinteresante.es/tecnologia/articulo/que-es-la-web-3-861640767915) y en cualquier lugar donde existan “transacciones” en su concepto más amplio.

Realidad

Si bien es cierto que el mundo de las criptomonedas tiene una tecnología con multitud de posibilidades que se están explorando, las propias criptomonedas son el producto más volátil que existe actualmente, donde más del 90% de ellas son creadas para la pura especulación. Por eso, no es extraño que China las haya prohibido, que Paraguay quiera aprobarlas (están a punto) o que Venezuela esté tentada debido a la crisis que están sufriendo.

Por otro lado, nos encontramos en un momento complicado, pues el consumo de esta tecnología no para de crecer y, aunque su impacto medioambiental es discutido,

(puede hacerse una pequeña revisión muy generalista en castellano en el canal de Crespo: https://www.youtube.com/watch?v=H_djHCQSl0A)

 su impacto en las decisiones geopolíticas está sobre la mesa. Es más, en estos días estamos viviendo una lucha internacional en Kazakhstan (con sus protestas, boicots y apagado de internet) y ser un país de minado tiene cierta relevancia:

https://www.theguardian.com/world/2022/jan/06/kazakhstan-bitcoin-internet-shutdown

Preguntas

Como es propio en este apartado, y aunque el mayor interés es la de entender, pues es un concepto nuevo bastante complicado, sigue siendo interesante plantearse algunas preguntas:

·        ¿Es buena idea delegar esta responsabilidad en el ciudadano?

·        Si ya el sistema financiero mundial es enormemente complejo, ¿es conveniente hacerlo todo más difícil de entender? Debemos tener en cuenta, que la legislación va muy por detrás de todo esto.

·        De hecho, después de haber aprendido un poco del tema, ¿os parece fiable?

·        Y como ya irá surgiendo el resto en el debate, ¿dudas?

 

¡Que aprendamos mucho y tengamos un buen debate!