¿Es el despido libre la mejor medida para crear empleo?

DEBATE VIERNES 5/11/2021 19:00-21:00

Un contrato laboral es un acuerdo entre personas libres que es suscrito cuando ambas partes creen que la relación les beneficiará económicamente. A priori, el empleador tendrá mayor poder de negociación para gestionar las condiciones de la relación, en tanto y cuanto exista una amplia oferta de trabajadores para el mismo puesto. El empleado también contará con sus propias herramientas de negociación, en tanto y cuanto, haya adquirido un conocimiento que le permita mejorar sus condiciones laborales u optar por irse a otra empresa donde le valoren mejor.

En España, cuando alguna de las dos partes decide terminar esta relación, la legislación entiende que el empleado adquiere una serie de derechos por los cuales, por un lado, la empresa debe indemnizarle y por otro, el estado debe proteger su período de desempleo. En teoría, parece que esta solución es “más justa” ya que el empleado, por su mayor carencia de recursos, se ve en una posición más vulnerable y por lo tanto, el sistema le “protege”. En teoría.

Pero debido a esta legislación, el empresario, sabiendo que el despido no es libre y que no puede despedir a un empleado por razones arbitrarias, debe calibrar muy bien los períodos de selección y de prueba que le garanticen la idoneidad del empleado, más luego debe calcular muy bien la inmovilización de ciertas reservas financieras acordes con la antigüedad del empleado, que más tarde o más temprano abandonará la empresa y habrá de ser indemnizado. 

Mientras que, en un mercado donde el despido es libre, el empleador le contratará para trabajar, el período de prueba no tendrá tanta importancia, el empleado dará lo mejor de sí y la cuenta de resultados no se verá afectada por cálculos recelosos sobre la indemnización de un despido. Y donde desaparece ese recelo, aparece una mayor libertad para trabajar e invertir en el mercado. 

Si esta última medida, a priori, más cruda e injusta, paradójicamente crease una mayor oferta de empleo, sería el trabajador quien adquiriría todavía mayor poder de negociación, ya que tendría más opciones donde elegir y el empleador, se supone, debería “cuidar” mejor a su empleado, quien podría obtener similares o mejores condiciones en otra empresa.

Salvando las distancias, algo de esta guisa fue lo que ocurrió en la Edad Media con la Peste Negra. La población de Europa habiendo sido diezmada en un 30 o 40%, generó una circunstancia similar al “pleno empleo”, y los siervos, que antes se aferraban desesperadamente a sus empleadores (el rey y la nobleza), en esta nueva situación, empezaron a asociarse por gremios para gestionar mejores condiciones laborales que dieron lugar a la emigración a las ciudades y una artesanía y agricultura diferente y más eficiente; siendo todo esto un elemento clave para el Renacimiento y por tanto la Edad Moderna. Así, tenemos un caso crudo, pero esclarecedor, de que una mayor oferta de empleo implica un mayor poder de negociación para el trabajador y un alto desempleo implica un poder mucho menor. ¡Pero siendo seres racionales, no vamos a desear la vuelta de la Peste Negra para mejorar nuestras condiciones laborales o esperar que llegue otro Renacimiento! :-)

Aparentemente, en una sociedad de pleno empleo, el trabajador se preocupará mucho más de formarse para obtener mejores condiciones, pues sabe que será más competente en un mercado de alta oferta. En un entorno de mucho paro, el empleado se preocupará más de aferrarse a cualquier empleo para no soltarlo y si se forma o no, dependerá más de su curiosidad e incentivo personal que de las condiciones que se ofrecen en el mercado.

Además, los datos históricos que recogen las estadísticas internacionales sobre desempleo parecen reforzar la idea de que en los países donde el despido es libre o “más libre”, el paro es bajo o más bajo y apenas supera el 10% en el peor de los años:

Mientras que en España, donde por el contrario el paro apenas baja del 10%, los sindicatos y los gobiernos socialistas se han erigido en paladines de la protección del empleo, pero la estadística histórica les penaliza, pues se observa una línea ascendente en el desempleo, cuando gobiernan los protectores del empleo y descendente cuando gobiernan los que abogan por una mayor facilidad para el despido:

        Como conclusión y de cara al debate nos podemos hacer las siguientes preguntas:

Si son ciertos estos datos, ¿podemos afirmar que el despido libre es una herramienta que genera más empleo que el sobreproteccionismo laboral?

Y si no son ciertos, ¿dónde están los datos que prueban que una mayor protección del estado del empleado genera menos paro? ¿En qué países se ha demostrado que una masiva intervención del estado para la protección de las condiciones de los trabajadores haya creado riqueza?

¿Qué pasa en España, cuál es nuestra psicología, que siempre parece favorecer estas políticas proteccionistas del empleo, cuando parece que sería mejor que fuera la mano invisible de Smith la que regule la oferta de empleo y el ojo del dueño el que engorde el caballo de los proyectos?

En resumidas cuentas, parece que está dinámica paradójica se ve sujeta, como tantas otras, a la peripecia aristotélica por la cual aquello que aparentemente parece que te ha de ayudar en realidad te perjudica y lo que aparece como un menoscabo al final acaba siendo un beneficio. ¡Como la vida misma! 

 

 

 

 


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